Nadie paga multas con gusto. Nadie, salvo las grandes empresas. Hay algo que no funciona en este sistema cuando la administración impone sanciones económicas a corporaciones condenadas por pactar precios y dicha sanción no pasa de suponer un pequeño pellizco, mínimo, sobre las ganancias del año. Podría parecer que las empresas del sector lácteo que tienen que abonar decenas de millones por apretar a los ganaderos van a sufrir grandes pérdidas, o que las petroleras condenadas por el mismo motivo no van a poder seguir atesorando millones en sus depósitos. Nada de eso. Para ellos es calderilla. Como para FCC los 15.000 euros de multa por limpiar mal Gasteiz. Una ronda en el bar.