La política, como la vida seguramente, es caprichosa. Un día uno está en la cresta de la ola, es intocable, incluso honorable, y al día siguiente -o un par de décadas después- se encuentra al pie de los caballos. Hablo de la nueva comparecencia de Jordi Pujol -esta vez junto a su esposa- ante la Comisión ad hoc del Parlament. Viendo al expresident intentando controlar la ira de semidios caído que exhibió en su primera comparecencia, recordé por momentos, y salvando todas las distancias, a la Norma Desmond de Sunset Boulevard. Casi conmueve el ejercicio de lealtad a su heredero político, liberando a Artur Mas de ningún conocimiento sobre la famosa herencia andorrana antes de ese fatídico 25 de julio en que Pujol se confesó vía postal. “Suponiendo que mi partido me hubiese abandonado, que no le digo ni que sí o ni que no”, decía el expresident a preguntas de un parlamentario, más allá de la impresión de la sonora soledad de los Pujol en pro de la supervivencia de CDC y CiU en un momento político crucial. “El juicio a mis 23 años de presidencia se tendrá que hacer en otro sitio, ahora no corresponde”, zanjó versionando su legendario avui no toca. “Yo soy grande. Son las películas las que se volvieron pequeñas”, decía Norma Desmond...
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