Que levante la mano quien no se sienta molesto con la publicidad que inunda determinadas páginas web. Vale, habrá unos cuantos profesionales de la cosa digital, derivación venta de producto, que disfruten contemplando la cortina que oculta lo que uno quiere, no ya encontrar, sino sólo buscar; o dejándose llevar -placer publicitario que no comprendo- por esa nueva pantalla que inicia su nacimiento cuando pasas el ratón por determinado lugar y crece y crece al mismo ritmo que el usuario se desespera por hacerla desaparecer cuanto antes; o llegando al éxtasis de la exposición mercantilista máxima en esas páginas cuyo contenido, el interés, queda circunscrito a la zona central de la pantalla del ordenador y el resto, enorme resto, es una suerte de publicidad marco ebria de colores que sólo con rozarla invade píxel a píxel toda las pulgadas de la superficie del monitor, de los extremos al centro. Qué quieren que les diga: no encuentro nada más molesto que esta práctica. En casa, gracias a los consejos de los chavales, tengo instalado un filtro que elimina cualquier catarata comercial de este jaez, aunque alguna, lo admito, escapa a su control. No recuerdo cómo se denomina este protector, pero búsquenlo si quieren utilizarlo. Saldrán ganando en tranquilidad.
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