Al alcalde se le ve mucho últimamente de ceca en meca y de zoca en colodra -que diría don Quijote- asaltando a los vitorianos para que firmen en su plataforma Ayudas+Justas. Y poco en el Ayuntamiento respondiendo a incómodas preguntas de los periodistas sobre el caso San Antonio. Empezó la legislatura sentándose en la sala de prensa semanalmente; ahora, con suerte, lo hace cada quince días. Acabarán poniéndonos un plasma como el de Rajoy. Sí se deja seducir, en cambio, por los micrófonos y flashes cuando toca inaugurar, una vieja forma de hacer política que no pasa de moda. Una se resiste a creer que una fórmula más propia de los tiempos del blanco y negro dé todavía votos, pero así será cuando los sesudos asesores de los partidos se empeñan en que sus líderes visiten obras no iniciadas o finalizadas con años de retraso. A Javier Maroto ya le hemos visto de paseo por los puestos de Abastos, comprando una crema en Mercadona, sorteando los andamios del Europa, de pasajero número 1 de la L-10 y fotografiándose en el vacío solar sobre el que ya debería lucir el centro cívico de Zabalgana, a la espera de que abra el de Salburua y de que llegue su gran día, el 16 de marzo, fecha de la inauguración de la nueva estación de autobuses. Veinte años después.