vitoria necesita un extraterrestre y un mecenas. El alienígena -bastaría una especie de inteligencia media- es para mirar la ciudad a vista de pájaro -libre de prejuicios VTV- con algún artilugio de tecnología de vanguardia que capte los puntos de calor, el movimiento, la densidad poblacional, los núcleos de actividad, los tránsitos u otros ítems similares que retraten la vida urbana y humana de la ciudad. Posiblemente no tardaría más de dos tardes en diseñar un plan de movilidad razonable y eficiente dibujando en cuatro trazos por dónde deberían pasar las líneas del tranvía y de Tuvisa, los bidegorris, las calles peatonales, las zonas 30 y las avenidas rápidas. Pero no. En Vitoria cualquier proyecto -como en este caso, la ampliación del tranvía- se topa con las interminables discusiones en forma de blucle sobre emplazamientos y trazados, las prisas de los alcaldes por ponerse cualquier medalla y los esfuerzos de la oposición por evitarlo, los celos sobre el color político de quien corta la cinta y los pajeos sobre quién dice qué, cómo y a quién se lo cuenta. Y esas dos tardes se convierten en dos años. Ah, y lo del mecenas es sólo para pagar la broma. Porque el juego de dibujar rayas en colorines sobre el callejero está muy bien hasta que algún aguafiestas advierte el detalle de que no hay dinero.
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