Y añade el alcalde que “la gente de la calle está diciendo a gritos que está hasta las narices de ver fraude y abusos en la norma y en la gestión de las ayudas sociales que hace el Gobierno Vasco”. Debiera estar hasta mucho más allá de las narices de ver fraude y abusos en la no aplicación de las normas fiscales por parte del Ayuntamiento de Vitoria y la Diputación de Álava.

Yo siento indignación por la desvergüenza de muchos firmantes de la iniciativa contra la RGI que alguna vez habrán defraudado al escriturar pisos, lonjas o terrenos a un precio inferior al real de venta para pagar menos impuestos, con la vista gorda del notario; al alquilar pisos, apartamentos o garajes sin contrato; al ejercer de médico, dentista, podólogo, abogado u otras muchas profesiones sin factura, aceptando el pago sólo en metálico; al hacer obras en casa de albañilería o fontanería sin IVA o al hacer chapuzas cobrando además del paro.

Como vitoriano siento vergüenza por la falta de solidaridad de muchos convecinos que firman contra la RGI y los pobres desgraciados que tienen que recurrir a las ayudas sociales para sobrevivir y qué más quisieran que no tener que hacerlo, con fraude o no.

Como ciudadano, lamento tener unos dirigentes políticos en el Ayuntamiento y la Diputación con tan poca sensibilidad hacia esta pobre gente, denigrando nuestra cultura humanista y el ejemplar modelo de bienestar social vasco. Con el agravante de perseguir los fraudes de dicha pobre gente y no hacerlo con otros muchos que también defraudan. Eso sí que está mal gestionado, con muchos más abusos, fraudes y agravios comparativos.