las recientes oleadas de inmigrantes llegadas a las fronteras de Europa -los últimos, los más de 400 que desembarcaron ayer del mercante Ezadeen en el puerto italiano de Corigliano Calabro o el medio centenar rescatados cerca de la Isla de Alborán en Almería- certifican el fracaso y a la vez el reto ingente al que tiene de nuevo que enfrentarse la Unión Europea en medio de un trágico fenómeno agravado exponencialmente por las crisis internacionales. 2014 se ha cerrado siendo el año récord de la inmigración irregular con la entrada de 270.000 inmigrantes a suelo europeo, un 60% más que el ejercicio anterior y con su principal epicentro en países como Italia, con más de un millar de desembarcos y 170.000 personas arribadas a la península alpina desde Oriente Próximo, con el conflicto de Siria como impulsor de las multitudes embarcadas en cargueros y, ya en demasiadas ocasiones, abandonadas a su suerte en el mar por las mafias. El fenómeno no por viejo dejará de crecer en este incipiente 2015, ya que la frecuencia y envergadura de la inmigración irregular volverá a ser uno de los desafíos de mayor importancia para una política europea vacía de criterio compartido pese a las buenas intenciones. España e Italia, principales receptores de las llegadas masivas, miran al norte de Europa en la necesidad de afrontar una política de emergencia basada en la obligatoria dedicación tanto de recursos humanitarios como de medios materiales para controlar las fronteras y, en conjunto, combatir de forma tanto adecuada como eficaz y, en colaboración con los países en tránsito, las mafias que dominan las rutas de la emigración clandestina y que tienen ahora en el uso de cargueros abandonados un nuevo modus operandi de las redes que actúan en el tráfico de seres humanos. La falta de sostenibilidad demográfica fraguada por la feroz crisis económica no debe hacer a las políticas europeas caer en la indiferencia tanto hacia los que llegan masivamente como hacia los que se quedan en el camino lejos de los focos informativos. Mientras este tipo de noticias solo supongan frías cifras que se dibujen como aldabonazos en las conciencias pero sin estrategia política conjunta alguna, cuando se trata de un problema que afecta a la Unión Europea en su conjunto, el Viejo Continente continuará despojándose del cariz humanista impreso en su propio ADN.
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