Podría hablarse de historia, de previsiones jurídicas, de territorialidad, podrían entrar en juego señas culturales y sociales o incluso podría simplemente tenerse en cuenta intereses políticos y partidistas. Puede observarse el contencioso de Trebiño desde muchos puntos de vista, con mil matices, pero al final probablemente todo se resume y se sostiene sobre el sentido común. Y el sentido común se atiene, en este caso, a la voluntad y la vida diaria de 2.000 personas, así de simple y de complejo. Una demanda de los trebiñeses que el Congreso de los Diputados ventiló ayer -con PP y PSOE de la mano- sin dar lugar, siquiera, a la posibilidad de que la proposición de ley remitida por el Parlamento Vasco pudiera llegar a ser objeto de estudio por parte de sus señorías. No incluso a la toma en consideración. Una actitud que, de salida, no dice mucho de esa supuesta regeneración democrática de la vida política española, sus partidos e instituciones. Denunciaba ayer el PP de Castilla y León que la Cámara vasca “se ha extralimitado” con esta iniciativa, un paso más allá de los complejos ejercicios que exhiben los populares alaveses de nadar y guardar la ropa y particularmente reseñable es el papel del portavoz popular en la Cámara Baja, el exalcalde de Gasteiz Alfonso Alonso, y de los diputados vascos de PP y PSOE. Lo que ninguno de ellos explica es por qué la vía de desanexión de Burgos e integración en Araba planteada en esta proposición de ley, ajustada a la legislación vigente, tanto a la Constitución como a los Estatutos vasco y castellano-leonés e, incluso, a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, no merece ni siquiera su discusión en el Congreso. “No es la vía”, sostienen los populares. Como tampoco lo fueron ninguna de las anteriores, ni la ponencia de enclaves del Senado, ni la expresión ciudadana manifestada en la consulta de 1998 o en las sucesivas citas electorales, ni los intentos de buscar una salida con la Diputación de Burgos o la Junta de Castilla y León. El portazo ha sido, el de ayer incluido, la respuesta que los vecinos de Trebiño han recibido a cada una de sus propuestas e iniciativas para intentar solucionar de derecho una situación que de hecho es la que es. Porque más allá de política, leyes, cultura, territorios o historia, se trata nada más y nada menos que del día a día de dos millares de trebiñeses. Puro sentido común.