la realidad es que la investigación y el desarrollo de tratamientos frente al sida ha experimentado avances que se habrían calificado de inverosímiles en la década de los 80, cuando se dio a conocer mundialmente la infección. Tanto por el descenso de la mortalidad como por la mejora de calidad de vida de quienes la padecen. También, aunque aún se produzcan resistencias, en la comprensión y aceptación social de una enfermedad que, durante más de dos décadas, estigmatizó a los seropositivos. Sin embargo, esos mismos avances, el mero hecho de que se especule con la posibilidad de una vacuna -como la que, desarrollada por científicos catalanes del programa Hivacat, se empezará a testar en humanos el próximo año- puede provocar un efecto contrario al deseado y causar una cierta relajación en los hábitos de prevención y control que, por ejemplo, han permitido en Euskadi un descenso del 90% de los fallecimientos por esta enfermedad (de 428 en 1995 a 48 el pasado año) y también un descenso de portadores del VIH, de los más de 10.000 que se estimaban en la pasada década hasta los 7.500 de la actualidad. Esta relajación, en cualquier caso, nunca debería afectar, como por desgracia parece intuirse en el Estado español, a las políticas públicas, so pena de acabar incidiendo en un descenso de la prioridad otorgada a las campañas frente al sida, lo que conlleva un enorme riesgo de rebrote de la enfermedad a medio plazo. En Euskadi, donde todavía el pasado año se produjeron 143 nuevos contagios por VIH, la labor institucional y la acción de los agentes sociales -en Álava, la comisión antisida se ha destacado con un activo papel- se ha centrado precisamente en que no se baje la guardia frente a la enfermedad, con especial atención a los colectivos de riesgo y una pertinaz campaña de diagnóstico precoz mediante los test de detección rápida que se efectúan en numerosas farmacias. Porque ahora que la aceptación social de la enfermedad está extendida, que la información sobre la infección es prácticamente de alcance universal, los seropositivos son cada vez más conscientes de sus propios derechos y la posibilidad científica de lograr una generación sin sida por primera vez en más de un tercio de siglo no es una total utopía, la responsabilidad -institucional y personal- en la prevención y control es, si cabe, mayor.
- Multimedia
- Servicios
- Participación