el enésimo capítulo del incendio que el PP alavés desató antes del verano al cuestionar las ayudas sociales que perciben los inmigrantes -estigmatizando de manera especial a los magrebíes- se vivió ayer en el cuadro que se montó en la Cámara vasca a cuenta de la propoposición que presentaron los populares para restringir el acceso a la Renta de Garantía de Ingresos (RGI). Javier Maroto, alcalde vitoriano y también parlamentario del PP, subía por primera vez a la tribuna del hemiciclo para enarbolar su propuesta de revisar el actual sistema de protección social con el pretexto de “combatir el fraude en las ayudas sociales”, en un indisimulado guiño al sentir de la calle -según su propia terminología- y acompañado por su desenfadada y calculada estética sin corbata y en mangas de camisa para reforzar el populismo de su discurso. La iniciativa del PP fue respondida con un plante del resto de los grupos parlamentarios para dejar patente el acento xenófobo que consideran alimenta la proposición, que terminó decayendo ante la soledad en la que se quedaron los populares. Pero más allá de los rifirrafes parlamentarios -con la expulsión de un electo de Bildu por medio- y el cruce de acusaciones, el debate que debe trascender es la necesidad o no de reformar el sistema vasco de la RGI -basado en el reconocimiento de una serie de derechos sociales básicos cuestionados ahora por el PP- y, de hacerlo, si debe revisarse o no a la baja, que es en definitiva a donde pretende llegar Maroto para conectar con la animadversión latente en la sociedad hacia los colectivos de inmigrantes. Y más aun, el debate que subyace de fondo gira alrededor de los valores de la cohesión social, la solidaridad y la diversidad. Precisamente ahí puso el acento ese nutrido grupo de 78 firmas de la cultura, el tejido social y el deporte alavés que ayer difundió una sencilla declaración de apenas cinco líneas -que ni siquiera necesita hacer mención expresa a la polémica de Maroto- pero con una contundente carga de profundidad y avalada además por personalidades cuya autoridad moral está fuera de dudas. Frente a esa voz de la calle que azuza la derecha alavesa desde el discurso de la exclusión, la Vitoria abierta, integradora, solidaria y plural que reinvindica este grupo representa las otras voces de la calle, pero desde el discurso de la racionalidad.
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