abierto ya el escenario de las diferentes negociaciones presupuestarias, el mapa político parece pillar fuera de juego a los mandatarios del PP en Álava. La necesidad de superar las tiranías de los recortes en el sector público y de sentar las bases encaminadas a reactivar la economía real y el empleo, así como el fortalecimiento de las políticas sociales, aconseja un escenario de acuerdos de estabilidad a fin de salvar presupuestos en todas las instituciones para un ejercicio que se pretende de recuperación. En este sentido, y a pesar de tratarse de un período inmerso ya en la antesala de las elecciones forales y municipales de mayo, las fuerzas políticas gobernantes en el Ejecutivo vasco, la Diputación alavesa o el Ayuntamiento de Vitoria debieran hacer una demostración de cintura negociadora, y más cuando en ninguno de los tres casos cuentan con mayoría. El Gobierno de Iñigo Urkullu ya ha movido ficha para intentar comprometer al PSE y Bildu en el escenario negociador y se ha mostrado abierto a elaborar un proyecto presupuestario de marcado acento social, como le exigen las fuerzas de izquierdas, aun cuando la recaudación fiscal no termina de despuntar. Y tanto socialistas como soberanistas -los primeros con más entusiasmo- han visto con buenos ojos el envite. No parece ser el caso del diputado general Javier de Andrés ni del alcalde Javier Maroto, que en el primer caso sigue haciendo oídos sordos al esfuerzo en el impulso a las políticas de empleo que la oposición le ha exigido en reiteradas ocasiones y en el caso de Vitoria, su regidor ha avanzado un proyecto caracterizado por un tijeretazo de 14 millones de euros en políticas sociales -las AES se recortan en un tercio- y la supresión de partidas tan simbólicas como la de Bizitza Berria de protección a los sin techo, además de la trampa de intentar transferir 10 millones de Amvisa, como publica hoy DNA. A decir por sus respectivas posiciones de partida, De Andrés parece ser víctima de su propia parálisis en estos tres años marcados por su inacción y, por su parte, el alcalde parece preferir una cómoda prórroga presupuestaria antes de asumir un giro social en sus cuentas. En cualquier caso, cabe esperar de ambos un cambio de actitud, pues de lo contrario Álava perdería la oportunidad de ir a unos presupuestos ambiciosos de reactivación.