LA reprobación por el Parlamento navarro a la presidenta Yolanda Barcina, por la falta de iniciativa en la defensa del autogobierno y el bienestar de los navarros ante el recurso del Estado que exige 1.513 millones por el IVA de Volkswagen, se antoja el punto final de una legislatura y un gobierno sin embargo vencidos hace tiempo. En realidad, lo están desde el momento en que Barcina perdió, una vez roto el pacto con el PSN, los apoyos parlamentarios de aquella mayoría ficticia que violentaba la verdadera voluntad de la sociedad navarra. Sin capacidad ni iniciativa política en el Parlamento, con el único apoyo puntual para su subsistencia del PP, el mismo partido que le deja en evidencia en Madrid, Barcina trata de prolongar sus días en la presidencia abocando a Nafarroa, a los navarros, a los meses de la basura de su gobierno, inactivo, incapaz, inerte, precisamente cuando más se necesitan iniciativas y capacidades frente a la crisis económica y social, cada vez más evidente en la Comunidad Foral. Empeñada en soportarse a sí misma en la presidencia, Barcina ha sido capaz de obviar su minoría y su invalidez parlamentaria; de pretender ocultar primero e ignorar después el escándalo de las dietas de la Caja de Ahorros de Navarra (Can), que le afectaba personalmente y que, al menos en espíritu, no difiere en demasía del de las tarjetas black de Caja Madrid; de no inmutarse ante las polémicas injerencias fiscales de su vicepresidenta primera y consejera de Economía y Hacienda, Lourdes Goicoechea; de justificar su ilógica y para los navarros perjudicial persistencia instalada en una realidad virtual y ajena a la que la sociedad le exige; e incluso de hacer oídos sordos a quienes, desde su propio partido, le han venido indicando que era y es el momento de irse. Pero, sobre todo, Barcina ha sido capaz de anteponer su permanencia en el poder, su interés y prurito personal, al bienestar común, al presente y futuro de la Comunidad Foral... y quizá de pretender que los navarros no lo tengan en cuenta. Sin embargo, será la misma sociedad a la que Barcina ha desdeñado con su actitud la que finalmente deberá reprobarla a través de una nueva mayoría política integradora, no discriminatoria, que conlleve el inicio de la transformación de Nafarroa tras los dieciocho años de sucesivos y cada vez más sectarios gobiernos de UPN.