la decisión de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, de no presentar su candidatura a la secretaría general del PSOE ahonda aún más en el caos y el desconcierto en que lleva más de dos años sumido el PSOE y que se ha acrecentado desde la nueva debacle electoral en las elecciones europeas. Después de que la mayor parte del aparato socialista, el propio secretario general saliente Alfredo Pérez Rubalcaba, la mayor parte de los barones territoriales -aun con la resignación de Patxi López- y la vieja guardia felipista dieran por buena la candidatura de Susana Díaz y presionaran en público y privado a Eduardo Madina para que se retirara de la competencia, la dirigente andaluza ha optado por la espantada y por no competir. Es cierto que los argumentos en los que se ha escudado -su compromiso con Andalucía, donde tiene un acuerdo de gobierno de coalición con IU que según las encuestas está funcionando bien- tienen sentido, pero también es verdad que en los últimos días se ha dejado querer e incluso ha sido la favorita de los medios de Madrid. Pero la negativa de Eduardo Madina a retirarse de la carrera de las primarias ha condicionado el tablero. La presidenta andaluza es un ejemplo del aparatismo del PSOE como forma de crecer en el partido y su ascenso político siempre ha evitado la competencia por el poder interno. Parece claro que a la suma de errores de Rubalcaba y su equipo habrá que sumar, además de la confusa dimisión en diferido y la errática posición en el proceso de abdicación y sucesión de la Monarquía, también la pésima gestión del relevo en la dirección del PSOE. El abandono de Díaz parece dejar vía libre a Madina, con el emergente diputado Pedro Sánchez y José Antonio Pérez Tapias, representante de la corriente minoritaria Izquierda Socialista, como únicas alternativas visibles. Sin olvidar que la elección del nuevo secretario general y la nueva dirección del PSOE es sólo el primer asalto de una batalla interna que tendrá continuidad luego con las primarias abiertas para la elección en otoño del candidato a la presidencia del Gobierno en 2015. Tampoco se puede evitar vincular la renuncia de Susana Díaz con las espantadas de Manuel Chaves o José Antonio Griñán, sus antecesores al frente de la Junta de Andalucía, tras ser vinculados con el caso de los falsos EREs, pendiente aún de instrucción judicial.