Aveces camino por la calle, subo al autobús, salgo de la frutería... y pesco una frase. Una frase perdida de una conversación cuyo inicio desconozco y cuyo final quedará preservado en la intimidad de los conversantes mientras me alejo. La del otro día, el sábado por la noche, volviendo de la barra de un bar: "El día que muera Bob Dylan...". El día que muera Bob Dylan, no me negarán que es sugerente, y que me perdone Bob Dylan. "El día que muera Bob Dylan el mundo será un poco peor", completó la frase mi compañero de copa nocturna. Seguramente. Llevo desde el sábado dándole vueltas a la frase o, más bien, a cómo la conversación de aquel grupo de gente llegó a ese punto. "Y eso que Dylan ya no es lo que fue", continúa nuestra conversación prestada. Quizá, pero fue lo que fue, mucho. Times are changing. Qué curioso círculo, de cambio, de permanencia. Y así, a martes, me ha dado por releer la letra de Dylan. Ahí les dejo una traducción que he encontrado: "Vamos, senadores y congresistas, escuchad la llamada, no os quedéis en la puerta, no bloqueéis el paso porque el que saldrá herido será el que se ha quedado atrás. Fuera hay una batalla, y es brutal, pronto sacudirá vuestras ventanas y hará temblar vuestras paredes porque los tiempos están cambiando".
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