"Os habéis superado". Así nos recibió el otro día el dueño del Gaur, el bar de la esquina adonde acudimos diariamente a por cafeína los compañeros de trabajo. No supimos a qué se refería hasta que le dio la vuelta al periódico y nos mostró la noticia sandunguera de la última página, protagonizada por un tal Lonnie Hutton, residente en Tennessee, Estados Unidos. Lonnie debía de tener algo grande que festejar, no cabe duda. Según reza la información, entró en un local e intentó mantener relaciones sexuales con un cajero automático. No sé ustedes, pero yo lo veo complicado. Ignoro si lo consiguió, si hubo penetración o laceraciones en el miembro; tampoco sé si solicitó el comprobante de la operación, si es que se puede denominar operación a un arrebato de estas características, pero sí puedo afirmar que toda la labor la realizó en pelotas: así lo decidió Lonnie cuando entró al bar y se sintió fascinado por tan bello objeto. Al poco tiempo, llegó la Policía y se lo llevó detenido. Imagino que intentaron cubrirlo de alguna manera con las prendas que dejó esparcidas por el suelo. Cuando lo metieron en el furgón rumbo a comisaría quedó claro que Lonnie es un tipo voluble: cambió el cajero por lo primero que vio, una pequeña mesa. Y volvió a la faena.