el tranvía te da la oportunidad vivir algunas historias curiosas. A poco observador que seas puedes entretenerte en comprobar quién es considerado con los mayores y quién no; o puedes calibrar el grado de adicción de los más jóvenes y no tan jóvenes a las múltiples aplicaciones de los teléfonos móviles; o quizá aprender de alguna conversación entre padres e hijos; o, como me ocurrió el otro día, indignarte por la nula consideración de un cobrador con una mujer que viajaba con su bebé. La señora había pagado el billete con la tarjeta personalizada de otro de sus hijos. Y, como eso no es correcto, pues multa de 20 euros y 1,35 más en concepto de billete. "Es que he cambiado de bolso y he olvidado en él mi tarjeta, pero esta es de mi hijo (le enseñaba el carnet de identidad del niño) y ya he pagado en la parada", argumentaba ella sin llegar a comprender exactamente la magnitud de su delito. El cobrador replicó que no se pueden utilizar tarjetas de otros salvo que sean blancas, sin foto. "Me paga ahora 21,35 euros o le caerán 50 euros de multa", amenazó. La señora sólo tenía un billete de 20, así que aún tuvo que bajarse en la siguiente parada para sacar más dinero y cumplir su castigo. Quizá el empleado cumplía la norma, pero con tanta gente que no paga nada, me pareció que algo fallaba.