las previsiones que figuran en el nuevo cuadro macroeconómico aprobado ayer por el Consejo de Ministros del Gobierno de Mariano Rajoy, con la promesa de crear 600.000 puestos de trabajo durante los dos próximos años, se antojan aquejadas de un claro interés electoral, carente de la prudencia que la propia realidad económica parece recomendar. Es cierto que en el ámbito de los organismos internacionales ha comenzado a alentarse una suerte de confianza tras las drásticas medidas, reformas y recortes adoptadas por el Gobierno Rajoy, lo que se traduce en un medido optimismo en el horizonte que se dibuja para la economía estatal, pero esa suerte de confianza externa no tiene correspondencia interna y los todavía recientísimos datos de la última Encuesta de Población Activa (EPA), con 184.500 personas ocupadas menos entre enero y marzo, tampoco parecen refrendar el optimismo del anuncio de la creación de 600.000 puestos de trabajo. De hecho, a poco más de tres semanas de las elecciones europeas del próximo día 25, la promesa recuerda a aquellos 800.000 empleos que prometiera Felipe González para su primera legislatura -"me callé para siempre, porque los empleos los dan los empleadores, y no el Estado" ha reconocido después el expresidente socialista- especialmente porque no se soporta en los propios datos estadísticos presentados por el ministro de Economía, Luis de Guindos, ni tampoco en la realidad productiva del Estado. En cuanto al primer aspecto, con una previsión de crecimiento del PIB (que además debe cumplirse) del 1,2% este año y 1,8% en 2015, a duras penas la economía estatal lograra frenar la sangría del desempleo. Y pretender que en 2016, con un crecimiento del 2,3%, se lleguen a crear más de medio millón de empleos es, cuando menos, impropio del realismo exigible a un gobierno. En cuanto al segundo, la realidad del Estado, cabe también cuestionar si, en todo caso, la supuesta mejoría no será, de nuevo, meramente coyuntural -apoyada en los mismos sectores que inflaron la economía española en las dos anteriores décadas- por cuanto las importantes reformas y recortes impuestos a la sociedad en los 28 meses del Gobierno Rajoy no se han traducido en inversiones que adapten, renueven y mejoren su precario tejido productivo.
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