Partiendo de la base de que la raza o especie política -no sé cómo denominarla- me cae de principio bastante mal, hay ocasiones en las que me suelo echar unas risas. Me pasa, por ejemplo, cuando escucho al político de turno hablar de la necesidad de conciliar la vida laboral con la familiar. Dicho esto, por cierto, por gente que si pertenece a un parlamento como el vasco chapa la barraca cuatro meses al año. Y digo esto porque en las últimas semanas no sé con cuántas madres y padres he hablado que me han soltado la misma historia: "te puedes creer, les dan vacaciones el 16 y no vuelven al colegio hasta el 5 de mayo. y qué hago yo con ellos". Un servidor suele poner cara de circunstancias, una mezcla de "te comprendo" y "qué quieres que le haga yo". Y entonces me acuerdo del político, del que compone sesudos programas electorales prometiendo a las familias con hijos el oro y el moro sobre que si ellos salen vencedores todo irá bien, podrás ir a currar, cuidar de los tuyos e incluso tener tiempo para tus cosas. Mentira. Nadie hace nada. Bueno, sí. Esos padres y madres tan preocupados ahora se encontrarán más tarde o más temprano con una urna. Y en vez de actuar en consecuencia a sus problemas, harán lo mismo de siempre. Así nos va.