El pueblo soberano, el derecho a decidir o el independentismo es a lo que todos recurren con ideas trasnochadas cuando quieren zaherir a los nacionalistas, sembrando una estela de incertidumbre o malas artes.
No hace mucho se tuvo que reformar la Constitución española por indicación de la Unión Europea. De la noche a la mañana, los dos partidos mayoritarios se pusieron de acuerdo. Los presidentes y primeros ministros de los países de la UE deben rendir vasallaje y acatamiento a las órdenes que emanan del Consejo o la Comisión Europea.
Si el ciudadano lo que necesita es la proximidad de la administración que le representa ante las instituciones europeas, ¿de qué nos sirve un Estado al dictado de lo que marca Europa? Necesitamos tener nuestra propia representación y gestión en Europa, alejada de la Corte española.
Si nos aprieta el zapato, nos quitamos la piedra que nos estorba. Tal vez existan comunidades en el Estado español -aquellas del café para todos- que no sientan esa piedra y quieran seguir usando el mismo zapato. Pero los vascos apostamos por una independencia en el siglo XXI dentro de Europa y el mundo.
El año 1848 marcó el punto de inflexión de la cuestión nacional en Europa. En medio de las llamas de las revoluciones, aparecieron bruscamente las ahogadas aspiraciones nacionales de alemanes, checos, polacos, italianos o magiares.
La primera modalidad consistió en la creación de Estados unitarios bajo el poder de un monarca -España, Portugal, Francia o Inglaterra-; la segunda, varios grupos de ciudades-Estado crearon asociaciones, federaciones o confederaciones -como Suiza u Holanda- y la tercera vía consistió en mantener una organización territorial que combinaba el localismo y universalismo, como en Italia o Alemania.
Tal vez una cuarta modalidad sería que se reconozca el derecho a decidir su futuro de los pueblos y regiones en Europa, las formas políticas más cercanas al ciudadano. Se trataría de pueblos como el catalán, el vasco o el gallego en España; el corso, el bretón o el alsaciano en Francia; los bávaros en Alemania; valones y flamencos en Bélgica; los tiroleses de Italia o los escoceses de Gran Bretaña.