LA sustitución de Txema Urkijo dentro del área de atención a Víctimas del Gobierno Vasco mediante el reforzamiento de este servicio con dos personas de amplia experiencia e incuestionable trayectoria y que ya trabajaban en labores de apoyo a los damnificados por la violencia -Aintzane Ezenarro y Enrique Ullibarriarana- debería haber zanjado una polémica que, pese a sus apariencias, tiene mucho de artificial y que nunca debería haberse producido ni en los términos ni en su inusitada amplificación política y mediática de forma ininterrumpida durante diez días. La realidad, sin embargo, es que algunas formaciones políticas han decidido espolear la confrontación con un objetivo que poco tiene que ver con la gestión del reconocimiento, acompañamiento, empatía, ayuda y solidaridad con las víctimas, sino con el desgaste del Gobierno en un tema especialmente sensible como el de la pacificación y la convivencia, aunque para ello deba atacarse directamente a personas y se ponga en cuestión su valía o su incluso su acreditada posición ética. Pocas veces como en esta ocasión se han puesto por delante con tanta vehemencia los prejuicios ideológicos. Pero, con todo, lo más grave es una vez más la irresponsable utilización que se está haciendo de las víctimas para objetivos políticos, sean estos los que sean. En este caso, para hacer oposición. La estrategia de usar el terrorismo y las víctimas que ha causado para la confrontación política ha sido recurrente en los últimos años en Euskadi y se ha llevado a cabo incluso pese a los pactos más o menos explícitos entre los partidos que, al menos en teoría, buscaban precisamente que esto no ocurriera. Los socialistas, que han sufrido de primera mano esta situación -y la han denunciado, con plena razón- durante su estancia en el Gobierno español, no dudan ahora, sin embargo, en hacer lo propio. Las víctimas no pueden verse convertidas casi a diario en una pieza más del tablero político, casi obligadas a posicionarse, a priori y no siempre con toda la información en su mano, sobre si el equipo de la Secretaría de Paz y Convivencia va a hacer las cosas bien. Hechos los nuevos nombramientos, lo que toca es, como mínimo, dejar trabajar a las personas a las que les ha sido encomendada la tarea. Los resultados y las críticas, evidentemente, deberán llegar por su gestión, no por apriorismos y prejuicios.
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