La mires como la mires, y desde donde quieras mirarla, la nueva estación de autobuses es grande, demasiado graaande. Durante los últimos meses he ido en dos ocasiones a Pamplona, ambas en autobús. La estación que allí tienen, subterránea y ordenadita, me parece más pequeña que la que los lumbreras que nos gobiernan están levantando allí donde un auditorio soñó sonar, en la plaza de Euskaltzaindia, Lakua border. Es más, y este detalle adelanto que sumará inquietud en ustedes, los pocos locales comerciales que vi estaban cerrados. Pregúntense, gentes de bien, qué necesita una estación de autobuses para funcionar. La respuesta es sencilla: unas dársenas para que los vehículos entren y salgan, una zona donde los taxis puedan trabajar, unas taquillas donde vender los billetes, unos váteres, un bar-cafetería y un quiosco donde vender prensa y revistas para el viaje. Nada más. Y es lo que vi en funcionamiento en la estación de Pamplona. ¿Necesitamos los alaveses algo mejor, más grande, más porque sí? No lo creo. El caso es que en la plaza, Lakua border, hay dos edificios grandes, muy graaandes. Sé que no sólo se trata de una estación de autobuses, que la ambición es mayor. ¿Y merece la pena? Creo que no. No siempre sirve lo graaande.
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