cuando escuché al diputado general Javier de Andrés alzarse como adalid del aeropuerto de Foronda me sorprendí ¿A qué venía este repentino arrebato al más puro estilo Unidad Alavesa si no hay elecciones a la vista? Supongo que no sería a raíz de tres o cuatro días ventosos, que esos se dan o no se dan y no es cuestión de justificar la idoneidad de un aeropuerto unos días sí y otros no, que igual el mes que viene hace mejor tiempo y no hay vuelos desviados que llevarse a la pista. Tampoco creo que se sienta tan ofendido porque el Gobierno Vasco haya insinuado que Foronda podría convertirse en un aeródromo de contingencia del de Loiu, por muy desafortunado y despectivo que le parezca el comentario. No deja de ser una ocurrencia, en todo caso, que no creo que llegue a ninguna parte. Dejando a un lado cuestiones personales, o sea los puestos de trabajo que estén en juego, siempre me ha parecido una barbaridad que convivan cinco aeropuertos en 100 kilómetros (Foronda-Loiu-Hondarribia-Pamplona-Logroño) u ocho a poco que se amplíe el radio (Biarritz-Santander-Burgos). Así les va a la mayoría de ellos por otra parte. Pero pensar a estas alturas que se va a cerrar el de Bizkaia para apostar por el de Álava no es ya una ocurrencia, sino una simpleza, un desperdicio de minutos en radio y de letras en periódicos. Eso se puede comentar en un bar, pero se antoja una reflexión impropia de una autoridad competente. O quizá sea ruido para intentar tapar -en vano- el indignado rumor que aparejará la reapertura de la central nuclear de Garoña.