LA multitudinaria manifestación que recorrió ayer las calles de Bilbao -una de las mayores movilizaciones que se recuerdan- fue una masiva y contundente, aunque, en contra de lo pactado, no fue "silenciosa", respuesta ciudadana a una estrategia del Estado dirigida a bloquear sine die el proceso de paz en Euskadi, aunque para ello se vulneren derechos básicos. Precisamente el lema de la marcha, convocada por todas las fuerzas abertzales y secundada por decenas de miles de personas, quiso visualizar un anhelo absolutamente mayoritario en la sociedad vasca pero que se quiere poner en riesgo por intereses políticos espurios: Derechos humanos. Acuerdo. Paz. El mantenimiento de la dispersión de los presos cuando ETA está ya desactivada y cuando los propios reclusos han dado pasos -aún insuficientes, pero significativos-; las injustificables operaciones político-judiciales con puro afán mediático; y los vetos al ejercicio de un derecho básico como el de expresión y manifestación forman parte del muro que el PP y sus instrumentos quieren levantar para evitar que el nuevo escenario en Euskadi prospere y es también lo que ha agotado la paciencia de una gran parte de la sociedad. En este sentido, la gigantesca manifestación de ayer supone un impulso, ojalá que definitivo, para que el proceso de paz avance. Es -debe ser-, por ello, un doble llamamiento. Por una parte, al Gobierno de Mariano Rajoy para que de una vez ceje en su estéril inmovilismo y aborde por fin una hoja de ruta hacia la resolución definitiva. Por otra, es también una exigencia a ETA para que atienda también la demanda mayoritaria de la sociedad vasca para que dé pasos hacia su desarme y disolución. Muchos han pretendido ver en la convocatoria y manifestación de ayer una especie de alianza nacionalista en pos de objetivos distintos al lema y motivo de la misma, en clave soberanista al estilo de Catalunya. No parece que lo sea en absoluto, ni siquiera como embrión o inicio de un acuerdo de mayor alcance. La convocatoria conjunta de PNV y Sortu, tal y como explicaron sus responsables, fue una respuesta excepcional a una situación excepcional y con el objetivo del respeto a los derechos humanos y la paz. Un mensaje necesario en el actual contexto, aunque fuese manipulado por sectores de la izquierda abertzale con gritos a favor de los presos. Nada más, pero tampoco nada menos.
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