parece que fuera una alegórica imagen de la resaca de la festividad de Reyes o un símbolo del empacho de regalos al que hemos terminado sometiendo a los txikis del siglo XXI. En la fotografía que, en la página 15 de la edición de ayer de DNA, ilustraba el rincón de Con otro foco de nuestra agenda de servicios -con esquelas, farmacias, nacimientos, lotería y demás- se veía un sombrío tramo de la vitoriana calle Ramiro de Maeztu bajo la amarillenta luz de una farola y sobre un banco, un desenfocado y solitario muñeco de Mickey Mouse abandonado a su suerte la noche del pasado día 6. La imagen -captada espontáneamente por nuestro compañero Álvaro González- bien podía ilustrar la ilusión que pudo sentir por un instante algún niño o niña que luego lloró por haber perdido el muñeco no sabe dónde, o bien que lo dejó abandonado u olvidado en un banco, sin darse cuenta ni siquiera echarlo en falta debido a la exagerada cantidad de regalos que habría recibido esa misma mañana. Quizás fuera un niño o una niña que no hace mucho haya estado en Eurodisney a todo tren y considerara al muñeco de marras una mala imitación o quizás se tratara de un niño o niña que nunca podrá ir a esos palacios de princesas rosas de París y la efigie de Mickey no le diga gran cosa. El caso es que el entrañable muñeco de Disney se terminó convirtiendo en un desahuciado en la calle Ramiro de Maeztu. Y aunque no fuera así, es una de esas fotografías que, como dijera Cartier-Bresson, "se proponen representar algo que ustedes no ven".