"año duro el que cerramos". De esta manera se podría expresar la principal conclusión del balance que se marcó ayer Javier de Andrés -mirando los zarpazos que la crisis ha seguido azotando en estos últimos doce meses- en una improvisada comparecencia pública para intentar levantar su difuso protagonismo político. La verdad es que, como suele decirse popularmente, el diputado general de Álava se quedó calvo. Los efectos sociales que han traído los recortes de las instituciones -fundamentalmente, los ayuntamientos y la propia Diputación- en los servicios públicos básicos, las sacudidas que ha padecido la industria alavesa o el drama humano que esconde el hecho de que Álava cierre el año con una tasa de paro que se acercará al 17% -cinco puntos más que hace doce meses y dos por encima de la media de la CAV- son ciertamente indicadores que ensombrecen el balance de 2013. Pero a todo ello se suma la manifiesta parálisis del equipo que lidera Javier de Andrés, quien lamenta ahora la dureza del año que hemos vivido como si la principal institución del territorio no tuviera responsabilidad alguna en el estancamiento que atenaza a la economía alavesa. Y es que durante estos últimos dos años de mandato popular, la Diputación -sumida en la obcecación por los recortes- ha renunciado a su papel de promotor económico, a la inversión pública, a diseñar políticas de reactivación, a fomentar el apoyo al empleo y al tejido de las pymes o al fortalecimiento de los servicios sociales. Es decir, ha estado missing. Y con vistas a 2014, en un contexto en el que puede aprovechar el margen de maniobra que le otorga la flexibilización del déficit, el pacto para disponer por fin de presupuestos o el impulso del Gobierno Vasco en materia económica, en lugar de recuperar la iniciativa y plantear propuestas para la senda de la reactivación, De Andrés se dedicó ayer a amagar con el fantasma de la segregación de Álava respecto de la CAV. El intento de enarbolar ahora un alavesismo rancio para marcar perfil resulta intempestivo y falaz -por cuanto este debate no existe en la sociedad ni en la agenda política- pero, sobre todo, irresponsable ante el liderazgo que cabría esperar de la Diputación para encarar el reto de la recuperación económica.