el Alavés juega hoy en Riazor tras una semana tortuosa y complicada, tanto por la destitución de un hombre de la casa en el banquillo como por el maquillaje de las cuentas al que he tenido que recurrir la directiva. El cambio de entrenador siempre supone un trauma y es, a su vez, sintomático de que las cosas no marchan bien. El equipo llevaba algunas semanas instalado en la inquietante zona de descenso y los dirigentes del club -los únicos con mando en este caso son Josean Querejeta y el director deportivo Javier Zubillaga- han optado por endosarle la culpa a Natxo González. De nada le ha valido al vitoriano el bagaje acumulado en la última temporada cuando, arropado por el calor de la afición albiazul, guió al Alavés hacia Segunda División, algo que muy pocos han conseguido en la historia del club. Tampoco se ha considerado la falta de experiencia de muchos de los jugadores, tan capaces de exhibir un notable nivel de juego en algunos partidos como de enlazar en otros errores puntuales que han dado al traste con muchos resultados en cuestión de minutos. Quizá Natxo se había merecido un margen mayor para que su plantilla acabara aclimatándose a la categoría, pero su condena estaba dictada hace tiempo, prácticamente desde que en verano se dilatara su renovación hasta hacerse efectiva más por la presión popular que por convencimiento. Ni Zubillaga ni Querejeta confiaban en él y le obviaron tanto a la hora de conformar su cuerpo técnico como la plantilla. Denominarlo "entrenador de perfil bajo", reconocer que se le fichó porque no había dinero "para apuntar más alto" o cuestionar su capacidad porque no había sido antes jugador son dardos de Zubillaga, entre otras zancadillas, que han enturbiado el clima interno. Hoy debuta Juan Carlos Mandiá, un entrenador que, al parecer, ahora sí es idóneo para el tándem directivo y cabe esperar que mejoren los números deportivos, aunque no son los únicos delicados. Las cuentas que se presentarán en la asamblea del día 26 contienen el dudoso maquillaje de una virtual venta de Izarra y el convenio de uso de Mendizorroza. Así se evitará sobre el papel un desfase negativo que quizá habría obligado a una nueva ampliación de capital. Pero eso no quiere decir que las cosas vayan bien.