la última encuesta del CIS sitúa la corrupción como segundo problema en importancia para los ciudadanos por detrás del inevitable paro. He escuchado a algún sempiterno periodista tertuliano -¿los fichan los partidos políticos o se ponen la camiseta porque sí?- que se trata sólo de percepciones, no de realidades. Sólo le faltó decir que la plebe es en su mayoría ignorante y por tanto llega a conclusiones estúpidas. Pero héte aquí que la gente, aunque lea pocos periódicos y se refugie a menudo en el Sálvame, sabe quién es Bárcenas y de qué se le acusa, o Teddy Bautista (el de la SGAE), Díaz Ferrán, Correa, Urdangarin y su princesa, Chávez, Griñán, el sindicato UGT, Carlos Fabra, las mentiras de Rajoy y sus ministros -esto viene de largo-, el cura de Borja, los otros curas... Y, esta semana hasta ayer mismo, las dimisiones en cadena en Hacienda, el cohecho de Jaume Matas, la mujer del consejero de Educación de Castilla-La Mancha que se salta la lista de espera porque ella lo vale, el multazo a los bancos por pactar -o sea inflar- el euríbor, los otros bancos, Del Nido... Como decía otro tertuliano, la corrupción la ha habido siempre pero como que antes nos importaba menos porque había pastel para todos. Admito que nuestra tolerancia disminuye a medida que se acrecienta la dimensión de la crisis, aunque eso no mitiga en absoluto la certeza de la percepciones de los ciudadanos. La corrupción es el segundo problema, pero no se queden ahí que el cuarto problema, tras la economía, son los políticos. ¡Vaya sistema!