RAFA me dijo que fue Roberto quien le dio la pedrada al abuelo Miguel. Por lo visto llevaba tiempo enfadado con el anciano a cuenta de las tierras de los bisabuelos, un lío que se remonta a comienzos del siglo pasado, cuando volvieron al pueblo algunos de los indianos después de hacer fortuna por América. Vio a Roberto acercarse al caserío dispuesto a resolver de una vez por todas la historia esa de las lindes. Habló con Miguel un buen rato, y desde lejos le pareció que por fin las cosas iban a arreglarse. Por lo visto, según cuenta Rafa, el abuelo Miguel se quedó unos minutos mirando al cielo y agarró la azada con las dos manos. Y Roberto le tiró una piedra, le abrió una brecha y escapó a toda velocidad. El caso es que he preferido hablar con Roberto directamente. Cuenta que el abuelo Miguel lo recibió huraño, sin intención de arreglar nada. Dice que le insistió al viejo durante un buen rato, hasta que le dio la espalda, se encendió un cigarro, agarró la azada y fue a por él. Me cuenta Roberto que salió por piernas, aunque también me reconoció que le tiró una piedra pequeña y le dio en la frente. He ido a hablar con Miguel. Aún le duele la pedrada. Tiene la cabeza vendada. Cuenta el abuelo que Roberto llegó al caserío con ganas de bronca, que le repitió el problema de las lindes, y Miguel insiste en que eso ya se arregló hace tiempo. Me jura que le escuchó apoyado en la azada, que le dio la espalda para encenderse un cigarro y que al volverse a mirar a Roberto notó la pedrada en la frente. ¿Tres relatos para una historia? Así es también la Historia.
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