resulta innecesario, a estas alturas de la crisis, incidir en la explicación de la estrategia de recortes presupuestarios que mantiene el Gobierno de Mariano Rajoy. Es una línea de acción conocida, con la que se puede discrepar o coincidir en mayor o menor medida, pero que está contextualizada en un momento de apreturas de las que no escapa ninguna administración. No obstante, esta premisa no impide introducirse en los entresijos de las cuentas del Ejecutivo del PP y detectar en ellas el reflejo de un cierto juego de prioridades que resulta sospechoso. Los ajustes de las cuentas públicas obligan a apretar el cinturón en los capítulos que el gabinete Rajoy considera menos fundamentales y todas las administraciones han tenido que pasar por ese trago desagradable, en el que determinados capítulos presupuestarios se ven relegados para poder mantener el gasto en servicios fundamentales como la educación, sanidad o asistencia social. Y en esa partida han sido castigadas de una manera considerable las dotaciones a la cultura, algo que en el entorno más cercano se han destacado especialmente la Diputación alavesa y el Ayuntamiento de Vitoria. Pero además resulta indicativo que, dentro de los recortes culturales, se detecten ciertas fobias. En las instituciones locales, la gran castigada ha sido la cultura independiente y en el caso del proyecto de Presupuestos del Gobierno Rajoy, no parece casual que las cuatro instituciones culturales que sufren un mayor recorte porcentual de recursos sean, por este orden, el Institut d'Estudis Catalans, Euskaltzaindia, el Mercat de las Flors y el Palau de la Música, con tijeretazos que van desde el 62% hasta el 72%. El conjunto de instituciones culturales padecen una drástica rebaja de dotaciones, pero el castigo es desproporcionadamente mayor en el caso de las entidades catalanas y vascas. A tenor de estas cifras, parece claro que las lenguas vasca y catalana no se consideran un bien a preservar ni es una prioridad cultural para el Gobierno del PP. Resulta evidente por la política lingüística que desarrolla y el trato desigual y hasta despreciativo que les aplica, pero también queda plasmado en los Presupuestos. La derecha española está lejos de querer al euskara y los euskaldunes del PP vasco no parecen tener voz o sensibilidad suficiente para corregirlo.