el modelo que Emakunde y el movimiento feminista y de mujeres viene reclamando para nuestra sociedad se basa en el reparto equitativo de responsabilidades familiares entre hombres y mujeres y en el impulso de la corresponsabilidad de los hombres en el trabajo doméstico y de cuidado de las personas. Es dentro de este modelo donde encaja la custodia compartida como opción ideal. Una custodia compartida que empieza desde el primer momento -desde el nacimiento o la adopción- porque educar y criar a la descendencia no es un derecho, sino una obligación permanente que no depende del estado civil de la persona ni de la convivencia con su pareja.
Emakunde aboga por una sociedad madura en la que tanto mujeres como hombres sean corresponsables del cuidado de sus criaturas en todo momento. En este sentido, consideramos que la promoción de la custodia compartida por encima de la custodia denominada monoparental puede remover obstáculos para que la igualdad de mujeres y hombres sea efectiva y real. Es decir, sería hacer una apuesta a favor del modelo deseable, un modelo más conveniente y justo donde los hombres participaran más y fueran más corresponsables de las obligaciones del ámbito doméstico.
No obstante, no se puede perder de vista que aún estamos lejos del objetivo de contar con una sociedad corresponsable al cien por cien. En efecto, aunque la transformación de la sociedad vasca en lo que respecta a la incorporación de las mujeres al mundo productivo ha sido radical, puesto que de un 28% de mujeres empleadas hace 25 años, hemos pasado al 44% actual, en lo que atañe al mundo reproductivo los datos señalan que la paridad todavía sigue estando lejos: las mujeres representan un 93% entre quienes reducen la jornada para el cuidado de hijas e hijos y un 95% entre quienes se acogen a la excedencia para el cuidado de menores.
Por lo tanto, consideramos importante que se tenga en cuenta el punto de partida de la familia de que se trata, es decir, estudiar cada caso concreto, examinar, entre otros aspectos, si en la familia ha existido o no corresponsabilidad por parte de los miembros de la pareja, para proceder a determinar el tipo de custodia más apropiado, porque no se puede olvidar que frente a la obligación de cuidar se encuentra el derecho de las niñas y los niños a ser bien cuidadas y cuidados. No podemos olvidar que el interés prioritario a salvaguardar es siempre el de los y las menores.
La decisión, por tanto, no puede ser automática ni mecánica, porque los intereses de las y los menores no entienden de respuestas automáticas ni de lo que, desde un punto de vista ideal, sería lo más adecuado, que a veces en la práctica no lo es, porque depende de las voluntades y de las capacidades de personas concretas. Quien venga ejerciendo su maternidad o paternidad con responsabilidad antes de que se produzca la separación o el divorcio, lógicamente ha de tener derecho a seguir ejerciéndola y así habrá de declararlo el juzgado, porque los hijos y las hijas han de tener una continuidad en las relaciones establecidas con ambos progenitores y la pérdida, inevitable por otra parte, ha de ser la mínima posible.
Si se parte de un ejercicio de la maternidad y la paternidad con responsabilidad, en el momento de la separación los conflictos se reducirán al mínimo. Con la situación de partida señalada, donde la corresponsabilidad no está generalizada, en la práctica tampoco se generalizará la custodia compartida, si bien la puerta ha de estar abierta sin que se pongan trabas a las y los integrantes de esas familias que lleguen a ese grado de madurez y de paridad donde ambos miembros de la pareja son corresponsables del cuidado de sus criaturas y, así, puedan tomar decisiones sin las limitaciones impuestas por los roles tradicionales en función del sexo.
Si bien es un hecho que la corresponsabilidad desde un punto de vista de realidad social sigue siendo algo no habitual, se van dando pasos en pos de su normalización y el establecimiento de la custodia compartida como una posibilidad más, no como algo excepcional. Es un paso adelante a favor de promover la concienciación, participación e implicación de los hombres en pro de la igualdad, aunque es necesario contextualizar la situación para evitar debates desenfocados.
En este sentido, desde Emakunde insistimos en que la igualdad de mujeres y hombres, también en la crianza, es una necesidad para la profundización en la democracia y para la construcción de una sociedad más justa, cohesionada y desarrollada social y económicamente. Abogamos, por tanto, por una custodia compartida responsable, basada en la negociación y el acuerdo y, sobre todo, que priorice los intereses y el bienestar de las niñas y los niños, por encima del de sus progenitores.