ESTO del caso Bárcenas, obviamente más allá del escandalazo político de dimensiones bíblicas, amenaza seriamente con convertirse en una especie de folletín 2.0. El noble género del folletín, tan injustamente denostado, probablemente tocó techó en Francia con autores como Balzac o Dumas, aunque también proliferó con acierto en otras latitudes con firmas tan célebres como Robert L. Stevenson o Dickens. Luego la cosa, permítanme, fue degenerando de las entrañables folletines radiofónicos a las sobreactuadas telenovelas sudamericanas y su versión luxury tipo Dinastía. Hasta la actualidad, en la época de los reality, en la que el folletín del siglo XXI se desarrolla entre la Audiencia Nacional, Soto del Real, calle Génova 13 y las páginas de un periódico. Imposible saber cuál será el próximo, imprevisible y enrevesado giro en la trama. Tan imposible como desentrañar el auténtico sentido de los hechos, si el intercambio de SMS entre el extesorero y el presidente era el inicio de una canción de Pimpinela o el diálogo entre Michael Corleone y Moe Green cuando el primero le anuncia al segundo que va a comprarle su hotel en Las Vegas. Digo todo esto, mientras ex secretarios generales desfilan como testigos por la Audiencia Nacional, porque va y resulta que la famosa prima de riesgo está en su nivel más bajo de los dos últimos años después de asomarnos al abismo. Y me pregunto si con este folletín 2.0 no ocurrirá algo parecido y como la gaseosa, tras el estallido inicial, un par de cabezas de turco enterrarán el asunto y a otra cosa mariposa.
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