En honor a la verdad, hay que reconocer que Mariano Rajoy sorprendió ayer en el Congreso. No porque ofreciera aclaraciones sobre el complejo entramado de supuesta financiación ilegal de su partido, presuntos pagos de sobresueldos en dinero negro o sospechas sobre donaciones de empresarios que facilitarían posteriormente la adjudicación de contratos públicos. En realidad, este asunto lo despachó, en resumen, con un "no me consta" que suena peligrosamente débil y ambiguo. Pero al menos se dignó a dar la cara, lo que ya es una novedad por mucho que se empeñara Rajoy en ridiculizar la amenaza del PSOE de recurrir a una moción de censura para salvar el blindaje impuesto por el rodillo popular a las sucesivas peticiones de comparecencia de la oposición. "Me equivoqué al mantener la confianza en alguien que ahora sabemos que no la merecía; me engañó". Una frase que encierra quizá la única novedad que arrojó la sesión de ayer: el giro de 180 grados en el discurso estratégico del presidente del Gobierno. Desde aquel "todo es falso, salvo alguna cosa" de febrero, Rajoy ha pasado a "me equivoqué". Y poco más, porque el líder del PP buscó en esa disculpa el escudo para presentarse como una especie de víctima propiciatoria de una conspiración -mediática y con Luis Bárcenas como culpable de chantajear a un Estado que Rajoy asume en su persona- y sentenciar además que interesarse por el denominado caso Bárcenas y cuestionar las volubles, escasas y, en no pocos casos, palmariamente falsas explicaciones que el PP y el Gobierno han ofrecido al respecto es poco menos que querer frenar la salida de la crisis y pretender cuestionar la credibilidad de España. Ninguna explicación fundamentada, por ejemplo, a los ya famosos SMS -cuya veracidad nadie desmintió- que intercambiaron Bárcenas y el jefe del Ejecutivo. Rajoy sostuvo que retiró su apoyo al extesorero cuando se confirmó la existencia de sus millonarias cuentas en Suiza, pero alguno de esos mensajes -en el que el presidente pedía a Bárcenas que fuera "fuerte"- es posterior a la publicación en prensa de los detalles de esas cuentas. Y es que el mayor problema de Rajoy y del PP en general es su falta de credibilidad. Han dado tantas vueltas a su versión de la historia que ya no hay versión. Vueltas para seguir en el mismo lugar. "No soy culpable, ni dimitiré ni convocaré elecciones", sentenció Rajoy. Fin de la cita.
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