rajoy tiene un plan. Así se lo confirmó a la élite empresarial española. No dice cuál, que eso ya se irá viendo y padeciendo en los sucesivos Consejos de Ministros. Pero algunas pistas hay, por lo que ya ha hecho y por algunos de sus gestos y no gestos. Para empezar, no parece baladí que se confiese precisamente con la patronal, piedra angular y objetivo prioritario de este PP más conservador que nunca. El poder económico ya conoce su plan y, aún más significativo, está encantado con lo que le ha comunicado el presidente. Aplaudieron con las orejas y le conminaron a resistir los ataques de la puta prensa y la puta oposición. Porque lo peor que podría pasar en un momento tan delicado como este es que cayera el Gobierno. "Aguanta, Rajoy, aguanta". El problema no es ese, que yo tampoco querría caer en las manos de Rubalcaba o Cayo Lara y sus ERE o de Rosa Díez y sus desvaríos. El verdadero problema es que Rajoy ha buscado el amparo de los más poderosos mientras desprecia olímpicamente a los demás. No le he visto explicar su plan a los sindicatos, a los otros políticos en el Congreso o a los periodistas -más allá de plasmas, cuestiones pactadas o vetos directos a las preguntas- siquiera para que la gente se entere de qué está pensando hacer con nuestras vidas. Es la versión moderna del Despotismo Ilustrado del siglo XVII, ya saben eso de Todo por el pueblo pero sin el pueblo. "Quiero bajar los impuestos, pero aún no", repite con insistencia. Yo les diré cuándo lo hará: cuando se acerquen las próximas elecciones. ¿Volveremos a picar?
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