como me pillan planchando pañuelos rojos a última hora, les comento un par de apuntes para los vitorianos que estén tentados de ir hoy a la vieja Iruña que, con unas mínimas adaptaciones, podrían extrapolarse a cualquier otra fiesta. Conviene tener en cuenta que, así como la bajada de Celedón guarda una ordenada coherencia espacio-temporal (4 de agosto, 18 horas, torre de San Miguel), el txupinazo de San Fermín, no. Cierto que hay una eclosión, pero ésta se expande por todos los rincones de la ciudad -y parte del extranjero- durante 20 horas sin interrupción -literal-, en las que no hay orden ni concierto hasta la liturgia de soltar seis morlacos. Ciudad provinciana como Vitoria, Pamplona también se desmelena -con el agravante o aliciente de la invasión bárbara de guiris- pero la fiesta guarda un ritual pagano y no escrito. Es imposible -e inútil- hacer una guía de normas, pero la ciudad sin ley también las tiene y sería bueno hacerse con ese código secreto de la mano de algún aborigen. Y como en cualquier otro pueblo de Euskal Herria, lo de comer y beber entre familia y amigos es básico. El visitante puede seguir el sano consejo dietista de hacer varias comidas diarias -en Sanfermines son al menos ocho, entre desayuno postencierro, almuerzo magro, aperitivo vermutero, comida dilatada, merienda taurina, cena regada, recena improvisada y caldico al alba, pintxos de entre horas aparte- y aprender el arte del buen beber, sin llegar a ponerse tonto, pesado o dormirse. Y con eso valdría para andar hoy. Lo de los toros es ya otra historia.