LA Agencia para la Alimentación y la Agricultura de la ONU (FAO) ha lanzado su última propuesta para ayudar a combatir el hambre en el mundo: consumir insectos. No sé si esto quiere decir que los entomólogos van a sustituir a los dietistas en los países ricos; quién sabe, abundan los idiotas en el mundo desarrollado. La FAO ha tomado esta decisión ante el evidente aumento de la población mundial y ante la evidencia de que se trata de una dieta que ya sigue un tercio de los habitantes del planeta: comer hormigas, por elegir un ejemplar, es sostenible, barato y nutritivo. Nada que objetar, aunque quizás convendría recordar algunos lamentables hábitos, por definirlos de alguna manera, con que se conduce la porción más civilizada de este mundo memo. Si el replicante de Blade Runner vio cosas que no creeríamos, naves de guerra ardiendo más allá de Orión y rayos-c resplandecer en la oscuridad, cerca de la puerta de Tanhauser, me creerán si les digo que he visto tirar espárragos, tomates y melocotones en Navarra, miles de litros de leche perdidos en Asturias y Galicia, toneladas de comida cerca de las puertas nocturnas de muchos supermecados... No nos comemos lo que producimos porque este sistema encadenado al dinero devora al agricultor, alimenta al intermediario y envilece al gran empresario del gremio. Si somos incapaces de reorganizar el ciclo de lo que consumimos, no habrá más remedio que abrazar la recomendación de la FAO y cambiar vaca por himenóptero. Y pedir una de orugas en el bar. ¡Marchando!
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