al final, la situación de la sociedad municipal Ensanche 21 -desde donde se han fraguado las principales operaciones urbanísticas de Vitoria de las últimas tres décadas- era insostenible. Y el cese de Alfredo Piris -un alto cargo en la sombra que ha sobrevivido a tres alcaldes con plenos poderes y escaso control- ha sido el precio que ha tenido que pagar Javier Maroto ante la presión del PNV -su socio presupuestario- para evitar el desgaste que le estaba suponiendo al alcalde el cuestionamiento de la sociedad pública y hasta las sombras que se cernían sobre la gestión de su gerente. Ensanche 21 celebró ayer una sesión de su Consejo de Administración casi como antesala de su desmontaje de facto, aunque las dificultades técnicas que entrañan la gestión de su deuda y la liquidación de su patrimonio prolongarán su disolución definitiva. Y el blindaje del que ha gozado Piris durante las tres legislaturas pasadas, bajo el manto protector de populares y socialistas con Alfonso Alonso y Patxi Lazcoz, se ha desarmado. Atrás han quedado los años de bonanzas al calor del boom inmobiliario y la expansión urbanística de Vitoria. Y es de justicia reconocer los aciertos de Ensanche 21 en el desarrollo ordenado de Gasteiz y en su rentabilización económica. Así como también merece aplauso la política de vivienda pública que ha liderado para responder a una necesidad social. Pero su falta de cintura ante el cambio de ciclo en el sector del ladrillo, con su consiguiente desplome de ingresos, además de la retirada de más de 40 millones de euros en dividendos ejecutados entre los mandatos de Lazcoz y Maroto para tapar otros agujeros, o la opacidad con la que históricamente ha actuado su gestor han terminado abocando a la sociedad a su práctica desaparición. A ello han contribuido también fiascos como el macroproyecto del soterramiento, llamado a revolucionar el urbanismo de Vitoria pero encallado ahora en vía muerta, aunque nadie quiera ponerle el epitafio. Con la puntilla de las polémicas en torno a actuaciones de los últimos años como la operación de Salburua con la Vital y el Baskonia, la dudosa venta de solares o las irregularidades de los sobreprecios de las VPO de Arkaiate. Al final, Ensanche 21 empezaba a ser ya un problema para el Ayuntamiento.