"Geroak esan beza (Erri bat izan zan) edo-ta ats emaiogun ontan iraun dezan". Nicolás Ormaetxea Orixe.

decía Churchill que el político se convierte en estadista cuando comienza a pensar en las próximas generaciones, en lugar de en las próximas elecciones. Así que si hacemos caso a sir Winston, no tardaremos en llegar a la conclusión de que por estos lares hay superávit de los segundos y cierta escasez de los primeros.

Da la impresión que el cortoplacismo parece haberse adueñado definitivamente del quehacer político en nuestro País. Y esto ocurre precisamente cuando más necesario se antoja lo contrario: la altitud de miras y la perspectiva histórica.

No deseo que nadie personalmente se vea interpelado en esta manifestación, o en todo caso yo mismo podría interpelarme sobre mi actitud durante mi etapa en la actividad pública.

El primer mundo vive de la miseria del tercero y de la agonía del planeta. La Europa de los mercaderes ha destrozado el alma social del Viejo Continente. Y mientras tanto, partidos, sindicatos, instituciones y ciudadanía en general -donde existen, por supuesto, las excepciones- nos comportamos como un púgil grogui, incapaces de entender lo que sucede a nuestro alrededor, buscando en vano entre esquemas decimonónicos respuestas y soluciones a los problemas del siglo XXI.

Y aquí, en casa, más de lo mismo. Los españoles a lo suyo. Y nosotros, enredados en la maleza y perdiendo de vista el bosque. Olvidando que la última cita con las urnas, reflejó, nuevamente, una mayoría social soberanista y abertzale que, una vez mas, se infrautiliza en la actividad política del día a día. ¿Por qué nos empeñamos, sistemáticamente, en dilapidar la voluntad mayoritaria de la ciudadanía vasca? ¿Cuál es la razón que aleja el acuerdo entre abertzales y busca, vergonzantemente, el pacto con quienes niegan los derechos individuales y colectivos del Pueblo Vasco? O incluso, con quienes llegan a negar la propia existencia de nuestro Pueblo.

Doy por supuesto que los lectores entenderán que hablo únicamente en mi propio nombre, aunque creo compartir el sentir de muchos ciudadanos y ciudadanas cuando digo que la inmensa mayoría de quienes votamos opciones abertzales en los últimos comicios lo hicimos pensando que el Gobierno que surgiera de las urnas -esta vez no trucadas- trabajaría para el conjunto del país, sí, pero buscando la complicidad y el apoyo de quienes creen en Euskadi y confiando en que, de no ser posible un gobierno de coalición, la fuerza abertzale en la oposición priorizaría el trabajo en común con otras fuerzas soberanistas. Ese fue el sentir de mi papeleta electoral. Y por eso, aún manteniendo la esperanza, traslado mi pesar.

Y esto porque -posiblemente equivocado- percibo que las fuerzas políticas que se reclaman abertzales se muestran renuentes a pensar en el País por encima de otras consideraciones de índole mas partidista. No comparto el análisis de aquellos que, desde sus posiciones aber-tzales, entienden que es el momento de disputarse el liderazgo en este ámbito. No ignoro que este liderazgo estará en juego en algún momento, pero no es ahora, precisamente en esta legislatura, cuando se deba dirimir. Ahora no es momento para los temidos abrazos del oso porque aún no hemos llegado a ese lugar al que deberemos acceder juntos o no llegaremos nunca. A mi juicio, ése y no otro es el quid de la cuestión, por mucho que se intente ocultar bajo el siempre digno manto de pretendidas divergencias ideológicas. La encrucijada que se nos plantea hoy no es derecha o izquierda, sino Euskadi sí o Euskadi no.

¿O es que las reformas laborales que padecemos eran de izquierdas cuando las impuso Zapatero y de derechas en el momento en que las hizo suyas Rajoy? ¿Acaso hay diferencia entre los sobres conservadores de Génova y los progresistas EREs de Ferraz?

No nos engañemos: Euskadi es hoy una sociedad con uno de los tejidos industriales más consolidados de nuestro entorno, con una avanzada red de políticas sociales, con un índice de desempleo muy preocupante pero inferior a otros países europeos y por supuesto a otras CCAA, con una política de Desarrollo Humano Sostenible muy por delante de muchos otros. Todo esto es lo que debemos defender y consolidar como Pueblo. Y está claro que esa ardua labor será menos complicada cuanto más sólida sea nuestra capacidad de autogobierno.

Y es precisamente en este concepto de derechos individuales y colectivos donde la convergencia entre las fuerzas abertzales puede darse con menos dificultades que en otras alianzas. Por supuesto que nunca ha sido lo mismo la izquierda que la derecha, aunque la línea divisoria cada vez sea mas difusa, pero hoy no es esa la dicotomía. En mi opinión, lo que está en juego en estos momentos es la construcción de una sociedad en la que los derechos individuales y colectivos vayan unidos. Y en este punto no puedo sino suscribir las siempre lúcidas reflexiones del lehendakari Ibarretxe cuando recientemente manifestaba que "mis derechos individuales no son respetados mientras no lo son los colectivos"

La pregunta es ¿estamos los abertzales dispuestos y decididos a arrimar el hombro en el camino de la construcción nacional o vamos a seguir malversando la voluntad soberana de nuestro Pueblo en beneficio del patriotismo constitucional? No sé cual será la respuesta; lo que sí sé es que, como dejó dicho José Luis Sampedro, ese gran hombre que acaba de dejarnos, "siempre se puede, cuando se quiere".

En definitiva, ya sé que resulta más cómodo -y políticamente correcto- echar la culpa de todos los males que nos aquejan a nuestros adversarios políticos. Pero mejor nos iría si revisáramos nuestras propias responsabilidades y nos preguntáramos si son ellos los únicos que ponen palos en las ruedas de nuestro camino hacia una Euskadi libre, en paz y soberana.