NO acabo de entender por qué los políticos que nos gobiernan siguen lanzando compromisos que no van a cumplir, sobre todo aquellos que se acercan a la lumbre del capital, es decir, los que son de derechas, los que mandan al calor del dinero y al abrigo del poderoso, a quien nunca quieren molestar porque en muchas ocasiones comparten mesa y mantel, además del carné del partido en grandes momentos de comunión (establezco aquí un paréntesis para que quede clara una reflexión: por más que se empecinen contertulios bien pagados e ideólogos, es un decir, del conservadurismo y del neoliberalismo, en que la derecha y la izquierda ya no existen y no conforman bloques ideológicos, su esfuerzo es vano: somos luego pensamos, y eso es precisamente lo que les asusta, que nos demos cuenta de que son de derechas y de que defienden el dinero y a quien lo posee). Y no lo entiendo porque cuando a esos políticos les llega el momento de retratarse e incumplen lo que prometieron (y son compromisos fielmente recogidos en los medios de comunicación o en sus propios programas electorales) o hacen eso mismo que criticaban a su rival cuando los papeles protagonistas aún no se habían cambiado, cuando llega ese día, digo, les molesta sobremanera verse fotografiado en su mentira, su inanidad, su completa y ofensiva incapacidad. Y es entonces cuando anuncian que sin ellos, sin políticos como ellos, sólo queda la anarquía o la llegada de un caudillo populista. Memos que son.