LOS socialistas vascos cerraron ayer su séptimo Congreso en el que los más de trescientos delegados acreditados reeligieron a Patxi López como secretario general, aprobaron las ponencias política y de organización y las resoluciones presentadas por su líder y dieron el visto bueno a los distintos órganos directivos, en especial la nueva ejecutiva del partido. En un clima radicalmente distinto a la euforia que vivió el PSE en su anterior cita congresual de 2009 con López recién aupado a la Lehendakaritza gracias al pacto con el PP, la cita de estos días ha puesto en evidencia el momento de impasse, de incertidumbre, de etérea transición hacia aún no se sabe dónde que vive el PSE. Los socialistas podrán esgrimir las evidentes y gráficas amplias mayorías con que el Congreso ha aprobado sus documentos y órganos, pero tampoco pueden soslayar algunos datos que evidencian el desgaste de los dirigentes, la absoluta falta de autocrítica sobre su actuación en todos los órdenes -pero en especial por su pacto con el PP y su gestión en el Gobierno Vasco- y su preocupante ausencia de ideas y personas de peso nuevas y de proyecto para Euskadi. Tras las elecciones de octubre y la contundente derrota socialista, Patxi López proclamó que debían acometer una profunda renovación de ideas y personas con el objetivo de evitar que "el viejo partido se convierta en un partido viejo". Visto con la perspectiva de hoy tras este Congreso, parece que aquella frase no era sino un eslogan que colocar en los titulares del día siguiente. El tándem López-Rodolfo Ares seguirá dirigiendo un partido que no ha aprobado ni una sola de las centenares de enmiendas presentadas a las ponencias a debate. El propio López, con un peligroso discurso que rezuma resentimiento y rencor hacia el nacionalismo y nula autocrítica, ha rebajado notablemente el apoyo de los delegados y la nueva ejecutiva ha cosechado el peor resultado (71,4%) de todas las votaciones del cónclave. Muy significativo. Tanto, como que la gran aportación al modelo territorial haya sido la viejísima e inconcreta apuesta por un Estado federal. A la espera de otras metas, Patxi López asume otros cuatro años de liderazgo de un partido en stand-by, en transición, obligado a renovar su proyecto y su oferta a la sociedad vasca. Este Congreso ni siquiera lo ha intentado.