El miedo es el mayor cómplice de la ignorancia: separa, es gregario, envenena los artículos de opinión, dice no tener Dios, aunque adora el dinero. El miedo dice no tener ideología, aunque está afiliado a los partidos llamados moderados y a las religiones establecidas.

Se hace imperativo crecer libre de dogmas, pero nos aterra la libertad y la soledad del libre, punto de arranque de la madurez total. El individuo libre sabe estar solo. El miedo miente, pero seduce; tiene poder, tiene tarjeta de crédito, preside las multinacionales, está en los consejos de administración y destaca en los grupos de presión.

Cierto día gris que no olvido, escuché de mis alumnos que "el hombre es malo por naturaleza". No supieron darme razón -el alumnado hace mucho tiempo que apenas lee- de la fuente científica que respaldaba tal convicción. El dios mercado ha hecho mella en ellos. Les animé a la desobediencia e insumisión; no tuve éxito. Transcribo aquí algunas reflexiones de aquel debate.

Creo que hay que caminar en sentido inverso, en dirección contraria al modo de caminar que emplean las mayorías muertas. Llevar la contraria, brindando por el hecho de vivir pero con el vaso al revés, bocabajo, cambiando de mirada, incluso de ojos si ello fuera posible, para poder contemplar cómo el nuevo vino de una nueva conciencia se derrama sobre la copa del mundo. Hay que forzar la historia negra de que es normal vivir sin luz. Hora es de rebelarse.