COMO suele ser habitual, el final de año es un momento propicio para hacer balances, examinar lo acontecido en los últimos meses, analizar lo realizado en este periodo y, sobre todo, mirar al futuro para afrontarlo con garantías. Pocas veces como en esta despedida de 2012 ha sido tan generalizada la sensación de haber sobrevivido a una etapa muy dura, de dejar atrás doce meses en los que la mínima esperanza con la que al inicio podría vislumbrarse el nuevo año se tornaba rápidamente en desánimo cuando no en indignación ante el deterioro inexorable de la situación económica y social y la forma en que los dirigentes afrontaban los graves problemas que atravesaban el Estado español y Euskadi, sin dejar de mirar a lo que acontecía en Europa. A punto de inaugurar el 2013, el panorama es, a priori, igual de sombrío. Ya lo han advertido de forma clara tanto el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy -"los seis primeros meses serán muy duros"-, como el lehendakari Iñigo Urkullu -"vamos a pasar dos años duros, dos años difíciles"-, quienes han querido dejar claro que la situación es grave aunque con capacidad de reacción. Está bien que los gobernantes no escondan a los ciudadanos lo que está por venir, aunque su obligación es mitigar en lo posible los efectos sobre la población y crear las condiciones para que esa oscura realidad cambie. En este sentido, y vista la experiencia de un año de gobierno de Rajoy, solo el cambio de gobierno en Euskadi tras las elecciones del 21-O ha venido a traer un hilo de esperanza a los ciudadanos vascos. El propio lehendakari Urkullu es consciente tanto de la propia situación como de que su nuevo Gobierno representa esa única razón para cierto optimismo. Un cambio de etapa que debe significar también un cambio en la forma de afrontar los problemas y de ejercer el autogobierno en favor de la sociedad vasca. Evidentemente, el mayor de los problemas, también a lo largo de 2013, será el del paro. Pocos dudan de que este año será el momento en el que el Estado español alcance los seis millones de parados, habrá una notable caída de la economía española con una fuerte recesión y se deberá afrontar por fin el rescate. Momentos duros en los que todos deberán arrimar el hombro y en el que se juega el futuro para varias décadas.