el plazo ya está determinado: dos años, hasta 2014, cuando se cumplirán los tres siglos desde la victoria del bando borbónico en Barcelona y el acceso al trono español de Felipe V, primero de la dinastía, que acabó -o al menos intentó acabar- con todas las leyes y peculiaridades culturales de Catalunya.
Después del puente que no se tomaron los negociadores de la federación CiU y Esquerra Republicana para seguir tejiendo el acuerdo para el próximo gobierno catalán, lo que se filtraba con cuentagotas dejaba ya una sensación de concordia. Los republicanos reconocen la práctica imposibilidad de elaborar presupuestos sin grandes tijeretazos y piden que no haya recortes ideológicos. También que sus sugerencias sobre algunos consejeros concretos no se refieren al titular de economía, Andreu Mas-Colell, que parecería el menos acorde con sus ideas. Y dan un margen para la celebración del referéndum o consulta de autodeterminación "no más tarde de 2014" y si ambas formaciones no acuerdan otra cosa.
La necesidad anunciada por el Govern en funciones de reducir el presupuesto para el terrible 2013 en 4.000 millones se refiere casi exactamente a la cantidad adeudada por el Gobierno español por los conceptos del fondo de competitividad interautonómico, y de compensación por las inversiones en infraestructuras no realizadas durante los últimos años.
Pero nada indica que la política española en este capítulo vaya a cambiar en absoluto. Por el contrario, Montoro mantiene la exigencia de cumplimiento estricto del déficit, con un máximo del 0,7%, mientras resucita el fantasma de la intervención de la Generalitat por el Estado en caso contrario.
Había advertido Artur Mas que los ataques al autogobierno no habían hecho más que empezar, incluso cuando el fantasmagórico informe, finalmente considerado un anónimo, que la propia policía concluye que no es suyo, sobre aquellas presuntas cuentas de capitales evadidos por el president en funciones y la familia del antecesor Jordi Pujol.
Y al errático partido de los socialistas catalanes ya no le vale la insólita propuesta realizada, a través de su líder Pere Navarro, de un gobierno de concentración para hacer frente a la crisis, presidido por alguien de la coalición relativamente mayoritaria, pero "preferentemente" sin Artur Mas. Una canción que suena a marcha real o a chotis, porque reincide en la campaña unionista de acoso y derribo personalista.
Según la síntesis que ha trascendido del documento de cuatro folios, Navarro trataría de evitar la "ingobernabilidad" de un ejecutivo que excluya a los "no independentistas", contra la propia aritmética parlamentaria, que da prácticamente los dos tercios de escaños a los defensores nítidos del referéndum, aunque manteniendo el apoyo a una consulta legal, pero sin considerarla una prioridad. Es decir, ya antes del acuerdo CiU-ERC era imposible y para nunca.
En 2014 lo que se habrá decidido es la solidificación del gobierno, con la incorporación no descartada de ERC si la alianza bilateral ha sido fructífera o, en el caso contrario y más probable, que los republicanos denuncien el acuerdo de apoyo a la estabilidad, dejen caer al gobierno y fuercen la convocatoria de nuevas elecciones, si no lo hacen antes, según vean que les conviene. De momento, los republicanos siguen subidos a su ola.
Y es que sólo les faltaba el proyecto de nueva Ley de Educación del ministro Wert -en su juventud hincha ultra del Real Madrid si hacemos caso a las tertulias radiofónicas- y que según La Vanguardia tiene también fuertemente rebotados a diversos dirigentes de su propio partido, incluidos miembros de la ejecutiva nacional, presidentes autonómico y, por supuesto, a la representante popular en el Principat, Alicia Sánchez Camacho. Porque algunos ya han llegado a decir que este ministro está a sueldo de los independentistas.
Sus ideas de rebajar la enseñanza del catalán a una asignatura de especialidad, acabando con el sistema de inversión lingüística que ha funcionado perfectamente durante 30 años y ha sido puesto como modelo en el Parlamento Europeo y en el Consejo de Europa, es sólo una parte de su intento de españolizar a los niños catalanes. No menos carga de profundiad supondría que el Estado determinase "el 100% de los contenidos de Historia", volviendo a los tiempos cuando cantaba Raimon (en traducción improvisada): "Nos esconden la historia / y dicen que no tenemos / que la nuestra es la suya".
La penúltima ocurrencia-declaración del señor Wert -"soy como un toro bravo, me crezco con el castigo"- además de provocar una nueva tanda de chistes, resulta definitoria cuando se refiere sobre todo a un territorio que hace tiempo abolió la fiesta y a las reses bravas que, salvo casos de indulto del todo infrecuentes, están destinadas a la puntilla, el descabello y a salir arrastrados.