las sucesivas citas electorales han dibujado en Euskadi un mapa de equilibrios tan endiablado como sugerente y el debate presupuestario da prueba de ello. Fue Zapatero quien institucionalizó aquello de la geometría variable, que probablemente no era otra cosa que hacer de la necesidad virtud para sortear la mayoría minoritaria de su Gobierno. Y esas están ahora los tres diputados generales y el propio lehendakari, además del alcalde vitoriano. La prórroga presupuestaria consumada ayer en Álava y el acuerdo cerrado también ayer por PSE y Bildu en Gipuzkoa comienzan a acotar un escenario ciertamente peligroso para las cuentas de Bizkaia y, sobre todo, de Euskadi. Hay varios factores a tener en cuenta en este fotografía. La política presupuestaria es una de las más importantes -si no la más- de un gobierno y la responsabilidad de lograr acuerdos recae siempre en el gobernante, y esto compromete tanto a Javier de Andrés -que ayer ya sufrió su primera derrota política- o a Javier Maroto, como a Iñigo Urkullu. Pero a partir de ahí, cabe constatar los movimientos políticos que giran alrededor y, en este sentido, no hay que perder de vista que el PSE haya decidido votar en contra de los Presupuestos del PP en Araba -su antiguo socio preferente- después de haberlos apoyado el año pasado. El movimiento, premeditamente o no, ha invalidado la abstención del PNV -que también se abstuvo el año pasado- como vía para facilitar que todas las instituciones vascas tuvieran presupuestos, tal y como planteó Urkullu. El efecto de la posición socialista en Álava y Gipuzkoa es triple: apuntalar su pretendido discurso izquierdista haciendo pinza con Bildu, enfrentar al PNV con la tesitura de la foto del apoyo al PP -al partido de los recortes de Rajoy- y poner en valor sus 16 votos en el Parlamento Vasco. El lehendakari tiene ante sí un auténtico sudoku: sólo el respaldo de EH Bildu o PSE -pendiente de un pacto para una reforma fiscal a la que Urkullu no cierra la puerta- le garantizaría mayoría absoluta. Incluso un eventual apoyo del PP -herido tras la abstención jeltzale en Araba- sería baldío si no lograra el apoyo del escaño de UPyD, que se convertiría en determinante. Pero estos equilibrios y geometrías no deberían hacer olvidar lo fundamental: una sociedad en crisis.
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