estaba yo algo preocupado por las reticencias que, según algunos, mostraba Iñigo Urkullu por el hecho de que su nuevo cargo conlleve el fijar su residencia en Vitoria. Me tranquilizó que en la entrevista que concedió a este periódico el día de su juramento como máximo responsable del Gobierno Vasco -ayer mismo lo pudieron leer- declaraba que intentará sentirse como un gasteiztarra más, que nunca había planteado el vivir en Ajuria Enea como un problema grave, más allá del lógico ajetreo que supone una mudanza para cualquier familia. No estaba yo muy de acuerdo con esta pseudo polémica surgida, supongo, desde ámbitos bastante rancios. No era muy buena tarjeta de presentación para el nuevo lehendakari en un territorio desgraciadamentre acostumbrado, que no resignado, a ciertos menosprecios de sus vecinos. Ya vivimos ese desplante por parte de Patxi López, que a lo largo de su mandato dejó muchas veces claro y meridiano que estaba obligado a vivir en la inhóspita Vitoria cuando él es sobre todo de Portugalete y del Bilbao Basket. Dicen los que le preguntan por eso ahora a Urkullu que claro, que vive en Durango y tiene hijos mayores con su propia vida, su universidad y todo eso. No entiendo cuál es el problema. ¿Vivir en un Palacio con todos los gastos pagados? ¿Tener que desplazarse a Loiu para coger un avión? ¿Estudiar a una hora de distancia de casa? Por cierto, Durango está a 43 kilómetros de Gasteiz y a 33,5 kilómetros de Bilbao. Incidir en estas cuestiones no puede ser sino perjudicial para la imagen del lehendakari.
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