el mundo al revés. Los funcionarios públicos protestan en las calles mientras los obreros, autónomos y empleados por cuenta ajena se resignan ante los recortes de sus derechos, de sus sueldos, de sus mismos trabajos, y se marchan a su casa, o a la de sus padres, con la esperanza de que la crisis remita antes de que se agoten las prestaciones de paro. Qué van a decir los viejos, que vuelven a recoger en su seno a los cuarentones o cincuentones que se emanciparon hace quince o veinte años y ahora no tienen dónde refugiarse después de dar lo mejor de sus vidas y de sí mismos a los amos que ahora les repudian. A los mayores les recortan las pensiones, pero qué van a protestar si eso es, o debería ser, cosa de jóvenes, que ellos ya tiraron del carro todo lo que tenían que tirar y más. Veo a los médicos bailando en las calles y a los jueces argumentar rebeliones y me hace gracia, aunque no me da esperanza. Porque el resto de la gente piensa, aunque no lo dice, "¡que se jodan!" que ya era hora de que les tocara a ellos, y maldito Patxi López que por un arrebato izquierdista de última hora va y les paga la extra a esos que tienen los puestos asegurados, con lo bien que me vendría a mí. Antes muerta que de otro, que dirían los machistas más recalcitrantes. Por cierto, si la iba a pagar, ¿por qué no lo dijo antes de las elecciones? Seguro que habría sacado más votos pero bueno, hasta en eso son torpes algunos. En fin, que los tiempos están cambiando. Ahora son los funcionarios los que luchan por los derechos. "Oye, que yo hice huelga". Ah, vale sí. ¡Uff! qué revolucionarios que somos.
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