la carretera provincial que lleva de Modica a Noto, dos de las espléndidas ciudades barrocas del Sudeste siciliano, es una sucesión de campos de almendros, naranjos, vides y olivares. A finales de octubre, la temperatura es tan agradable que se puede viajar en mangas de camisa; incluso en pantalón corto y chancletas. En otoño, la luz es ya menos intensa y el sol siciliano se muestra clemente con el viajero. Dado que el descenso desde Modica Alta resultó bastante sinuoso, poco antes de llegar a Noto, cuya calle principal es una de las más bellas de Sicilia, tuvimos que detener el coche en medio del campo y esperar a que un inoportuno mareo se disipara en la benignidad del entorno.

Llevaríamos unos 10 minutos de apacible charla, disfrutando del paisaje y del clima, cuando en dirección contraria vimos aparecer en bicicleta a quien en un primer momento identificamos como uno de esos viajeros ingleses que en solitario recorren Europa. Su figura reapareció algo más tarde aproximándose hacia donde habíamos aparcado. Guardando una cierta distancia, inquirió si necesitábamos ayuda. Era magro, de alrededor de sesenta años y en una buena condición física, con ojos azules de normando, tan comunes en la isla. En impecable italiano nos advirtió que a él no le gustaba ir a velocidad mayor de la que pueden proporcionar unos pedales. De pequeño, dijo, le gustaba ir en carro a trabajar al campo con su padre, "porque no se llegaba nunca". Más tarde fue panadero durante años, porque "me gustaba estar con mi jefe". Le interesaba la historia y, aunque apenas había asistido a clase, pudimos comprobar que conocía con esmerado detalle algunos episodios de la historia siciliana, griega y del antiguo Egipto. "Yo he elegido la libertad; no me gusta la gente clonada". "Primero es la química, luego el pensamiento y la reflexión, más tarde la acción". Por eso, continuó, cuando dos personas se encuentran deben primero mantener una distancia y comprobar si sus respectivas químicas resultan compatibles. Su discurso alternaba referencias históricas con pensamientos filosóficos. Estaba claro que se trataba de alguien acostumbrado a la reflexión. "Me gusta pensar por mi mismo. No quiero repetir lo que otros quieren que piense".

En unos pocos minutos, el personaje nos había cautivado. Una agradable y sorprendente aparición en el mediodía siciliano. Había diseñado una camiseta, nos dijo. En el pecho, una imagen de Robespierre y debajo el lema Es hora.

Su conversación fue centrándose en la figura de Ducezio, un líder militar y político que logró agrupar a la población sicula de la isla alrededor del siglo V antes de Cristo para combatir la colonización griega. Según nos dijo, su interés por Ducezio había terminado por hacer que bajo dicho seudónimo fuera conocido él mismo, Salvatore. Nos contó que todas las tardes se le podía encontrar en el bar Sicilia al Corso. Nos invitó a visitar las ruinas de Noto Antigua, devastada en 1693 por un terremoto. Fue precisamente frente al edificio del Ayuntamiento, denominado Palazzo Ducezio, que poco antes de comer volvimos a encontrarnos. Nos entregó diferentes materiales escritos e ilustrados sobre su pensamiento. Su figura nos recordó a la de un filósofo ambulante, característico de la Grecia clásica, que aún hoy es común en el interior de Sicilia, donde el tiempo parece haberse detenido. La figura socrática que interroga y deambula parece haber sobrevivido a los intentos que en nombre de la productividad desean convertir las relaciones humanas en una compra-venta.

En ese contexto temporal de mayéutica socrática que se prolonga desde hace 2.500 años, en el último domingo de octubre se celebraron en Sicilia elecciones parlamentarias y para la designación de gobernador o presidente regional. La campaña había transcurrido entre la indiferencia general. Los clonados mensajes políticos apenas habían despertado interés entre la ciudadanía. Sin embargo, los resultados procuraron una serie de novedades. De un lado, que la abstención superara, algo inédito, la mitad del censo. La participación del 47% fue 19 puntos inferior a las anteriores elecciones de 2008, síntoma evidente del hartazgo de la ciudadanía. Otra novedad significativa fue que el partido más votado en Sicilia resultó ser el movimiento denominado 5 Estrellas liderado por el cómico Peppe Grillo; o que por primera vez lograra la presidencia siciliana Rosario Crocetta, un candidato que abiertamente se presentaba como de centro-izquierda y homosexual.

Finalmente, cuatro fuerzas políticas representadas por nueve partidos han obtenido representación en el parlamento más antiguo y más caro del mundo. Fundado en el siglo XII y con su imponente en el Palazzo de los Normandos de Palermo, permite a sus 90 miembros envolsarse por diferentes conceptos casi 20.000 euros al mes. La corrupción de la clase política siciliana e italiana ha alcanzado niveles insospechados hasta para una sociedad acostumbrada desde siglos al mal gobierno. El descredito de La Casta -la clase política- y en consecuencia de la democracia y de la política, es un tema que se expresa a diario abiertamente en los medios de comunicación.

La crisis provocada por el desmantelamiento de la producción industrial y su traslado a Oriente dadas las condiciones laborales, medioambientales, políticas o financieras que hacen de dictaduras como China lugar preferente de inversión para el capitalismo plantea un fin de época europeo. Este radical desplazamiento está teniendo unos efectos devastadores sobre economías subsidiadas como la siciliana, que se asemeja a un modelo próximo a los antiguos países del socialismo soviético, donde el subempleo era característico de un modelo económico subvencionado. La fabulosa deuda pública acumulada, más de 20.000 millones de euros y la falta de expectativas para que sigan llegando recursos desde Roma o Bruselas para cubrirlos plantean un escenario catastrófico

Sicilia, epicentro de la conexión entre dominios y civilizaciones fenicia, greco-latina, bizantina, arabiga, normanda, catalano-aragonesa, española, borbónica o savoyana, amenaza con derrumbarse arrastrando en su caída al Mediterráneo.

El deterioro que acompaña a la crisis está también poniendo en evidencia las importantes diferencias culturales entre el norte y sur de Europa. La voluntad por prever y planificar, por ordenar el porvenir, tan característica de la cultura anglosajona y germánica, contrasta con la expresa voluntad de confiar en la improvisación, disfrutar del momento, incluso la busqueda del capricho y el antojo que demuestran las culturas latinas.

En ese contexto, los vascos, por nuestra condición atlántica y la herencia ignaciana y jansenista que tanto nos aproximan al rigor y la austeridad protestante, contamos en Europa con una perspectiva cultural que va más allá del contexto latino y sureño.

Esta posición entre el Atlántico y el Mediterráneo nos permite entender mejor las diferencias culturales y poder servir de mediadores en el complejo puzzle europeo. Contamos con una posición estratégica entre el norte de Europa y el sur. Nuestra capacidad para simpatizar con ambas variantes de la gran cultura que atesora el continente es un recurso inmaterial de incalculable valor. Disponemos de recursos culturales para comprender la diversidad europea que hace casi imposible el entendimiento entre alemanes y griegos, suecos e italianos. Euskadi en su doble condición de norte y sur, de fachada atlántica y rompeolas meridional, en su dual actitud para la improvisación y la previsión, la austeridad y el disfrute, que tanto nos caracteriza, tendrá que saber combinar esos ingredientes en un momento histórico decisivo.

Tal vez la agudización de la crisis puede servir para impulsar la reflexión e interrogarnos sobre lo que parece el callejón sin salida de la globalización al que nos está conduciendo un capitalismo salvaje y radicalizado. Mientras ese debate va organizándose, quizás también podamos poner nuestra imaginación a pedalear, junto a Ducezio, entre olivos, vides, naranjos y almendros.