se lo escuché a Nocioni nada más consumarse el despido de Ivanovic: "Da igual el técnico que traigan, ninguno nos va a convertir de repente en un equipo de la NBA. Yo defiendo como si fuera un viejo y tengo 33 años. Tengo que mejorar. Y lo mismo para todos". Lo dice el jugador que sostuvo al Baskonia en la primera parte ante el Obradoiro con 5/5 triples, prácticamente el único que mantuvo alguna luz encendida en el apagón generalizado. Es evidente que el entrenador es una parte importante en la gestión de un equipo, pero los que ganan y pierden partidos son los jugadores. Y en este apartado, el Caja Laboral de esta temporada está dejando mucho que desear. Ni Heurtel ni Cabezas ni Rochestie están dando la talla en el puesto de base. Ninguno de ellos es fiable en la dirección y por ahí empiezan todos los problemas. En la pintura, Lampe va por libre -lo cual es inadmisible dado su rol de jugador fundamental-, Milko Bjelica no da la talla y Pleiss no es sino una promesa de futuro a la que, en un equipo grande, no se le debería exigir todavía ninguna responsabilidad. ¿Y el resto? Los únicos que parecen entender lo que es el Baskonia son Nocioni y San Emeterio, más allá de errores o aciertos puntuales. El resto no sabe dónde juega ni qué se le pide salvo, quizá, un Nemanja Bjelica al que la última lesión le ha cortado una progresión que se antojaba prometedora. Causseur carece de la regularidad mínima imprescindible -admitamos que es por su condición de novato- y Oleson, que ya lleva cuatro años, no da más de sí. Tabak tiene trabajo.