La línea imaginaria que marcaba el límite entre el mundo del bienestar y el tercer mundo se va difuminando lenta pero inexorablemente. La desesperación ante una existencia sin futuro de los que deciden embarcase en una patera, un peregrinaje al que se ven obligados por las carencias y rigores extremos que padecen y que cada vez se equipara más a la situación de desesperación de las gentes de nuestro primer mundo afectadas por el desempleo, el trabajo precario, los desahucios o los recortes en derechos sociales y laborales. La muerte por la miseria, sea en el mar de Alborán, en el barrio de la Chana de Granada o en Barakaldo, se equiparan a la situación de precariedad que nos toca vivir.