TIEMPOS oscuros, señores. Pero, de vez en cuando, hay pequeñas historias que te devuelven la fe en el ser humano. En este caso, la fe en la inocencia del ser humano, que ya es decir. En la era de los listillos, todavía hay ingenuidad en el mundo. Les cuento. McArthur Wheeler es, al parecer, un ladrón. Pero no un ladrón cualquiera, él aspira a métodos sofisticados tipo George Clooney y Brad Pitt en Ocean's Eleven o el habilidoso Fantasma que perseguía el inspector Clouseau en La pantera rosa. Así que al amigo Wheeler decide atracar un banco en Pittsburgh. Y lo atraca. Poco después, la Policía le detiene. Le han identificado en las imágenes de las cámaras de seguridad del banco. "Impossible!", clama Wheeler. "¿Impossible, ceporro?", supongo que le contesta el agente O'Reilly, por poner. "Yes, tío. Que me embadurné el careto facial de limón", responde Wheeler. Aquí llega la cara de poker de O'Reilly, ceja a lo Sobera. "¿Lemmon? ¿What the hell?". Porque, como todo el mundo sabe, el zumo de limón es una especie de tinta invisible, ergo, si te embadurnas del ídem, te vuelves invisible. Wheeler hizo una prueba previa, nuestro ladrón es un hombre concienzudo. Y verificó, polaroid en ristre, que no salía en una autofoto. No contó con un pequeño factor: que parte del zumo le había entrado en los ojos provocándole una irritación que a su vez derivó en un desvío del objetivo de la cámara en el momento de tomar la imagen. Wheeler, el último romántico.