ante la ignorancia, la incertidumbre, la desesperanza, la falta de respuestas o la conciencia de mortalidad, la humanidad ha recurrido desde el origen de los tiempos a mitos, leyendas, brujerías o deidades de distinto tipo para explicarse el mundo. Los dioses adquieren hoy forma de tarjeta de crédito, iPhone, coche de 170cv o bandera de equipo de fútbol. Y a pesar de la tecnología de última generación -o precisamente por eso-, los tiempos de penuria que padecemos son un buen caldo de cultivo para la búsqueda del maná perdido o para ansiar que el dinero llueva del cielo. Eso debieron pensar tres vecinos de la localidad alicantina de Crevillent ante los que un inmigrante africano se hizo pasar por un chamán dotado con el poder sobrenatural de hacer "bajar dinero del cielo". El brujo escenificaba una especie de ancestral ritual numerológico para velar un truco de magia por el que multiplicaba las pequeñas cantidades que le daban los codiciosos incautos convirtiéndolos en billetes de 200 y 500 euros, tras dar hábilmente el cambiazo al dinero. Vamos, una especie de tocomocho, pero ornamentado de esoterismo exótico. La Guardia Civil le acaba de detener acusándole de sablear 12.000 euros en total. Si en lugar de senegalés, el brujo estafador hubiera sido consejero del Santader o del BBVA y si en vez de tangar 12.000 euros hubieran sido 12.000 millones de euros -más o menos el dinero público recibido por la banca para sanearse- hoy no estaría en un calabozo de Alicante, sino sentado en un consejo de administración haciéndole el truco al Gobierno.
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